La Tierra

Carl Sagan llamó “ese pequeño punto azul” al planeta en el que nos encontramos. Lo hizo con la intención de contrastar su insignificancia en el Universo y la importancia que tiene para los seres humanos. Aunque hay algunos otros planetas y satélites candidatos, la Tierra es el único lugar en el que sabemos a ciencia cierta que existe y ha existido vida. La suave temperatura, las características de su atmósfera y las altas cantidades de agua son los componentes básicos que explican la posibilidad de albergar vida. Es el planeta en el que han nacido y vivido todos los seres humanos y solamente un puñado ha conseguido salir de él por un periodo muy limitado de tiempo.

La distancia entre la Tierra y el Sol (150.000.000 de km) se utiliza como unidad de medida, llamándola “Unidad Astronómica (UA)”. Así, por ejemplo, cuando se dice que Júpiter está a una media de 5,2 UA (5,2 veces la distancia entre la Tierra y el Sol, unos 778.000.000 km)

Eje de rotación, inclinación y precesión.

Los tres principales movimientos de los planetas son la traslación, la rotación y la precesión.

En relación con la traslación, las órbitas de todos los planetas del sistema solar están situadas prácticamente sobre el mismo plano. Si las dibujásemos sobre un papel, ninguna de ellas tendría que salir de su superficie. Las recorren, además, en la misma dirección, en sentido contrario a las agujas del reloj y, como ya se ha explicado, a diferentes velocidades en función de su distancia con el Sol.

La rotación se realiza sobre el llamado “eje de rotación”, una línea imaginaria que une los polos. Este eje no es perpendicular con respecto al plano de traslación, por lo que se suele hablar de la “inclinación del eje”.  La de la Tierra es de unos 23º, mientras que las del resto de planetas oscila entre los 0,8º de Mercurio a los 98º de Urano o los 177º de Venus. Esta inclinación es la que explica las distintas estaciones.

Podemos imaginar que este eje “apunta” a un determinado lugar. Por eso, en el hemisferio norte del planeta siempre observamos una determinada estrella en el mismo lugar: la estrella polar (Polaris). Sin embargo, ese punto fijo no se mantiene invariable. El eje de rotación sufre una especie de bamboleo como el que se observa en las peonzas que tarda unos 26.000 años en dar la vuelta completa. A este movimiento se le conoce como precesión.     

La Luna.

Es el único satélite de la Tierra. Junto con el Sol es el astro más visible y, probablemente, el que más ha fascinado a la Humanidad. Es, además, el lugar más lejano al que ha llegado nunca un ser humano vivo (las cenizas de Percival Lowell viajan en la sonda New Horizons, que ya ha llegado al cinturón de Kuiper).

La observación de la Luna desde la Tierra tiene como peculiaridad el hecho de que siempre se perciben los mismos accidentes geográficos. Al tardar lo mismo en rotar sobre sí misma que en dar una vuelta a la Tierra (28 días), en todo momento se muestra la misma cara y queda oculta la contraria.

A lo largo de ese periodo de 28 días, la luz del Sol ilumina unas u otras partes del satélite. Es por ello por lo que desde la Tierra observamos sus fases: luna llena, cuarto menguante, luna nueva y cuarto creciente.

Astronautas saltarines.

El ser humano pisó la Luna por primera vez el 20 de julio de 1969. De aquellas imágenes sorprenden los desérticos parajes, los inmensos cráteres y la ausencia de atmósfera. Pero, también, el movimiento de los astronautas. La Luna tiene una masa muy inferior a la de la Tierra. La gravedad es la fuerza con la que unos objetos atraen a los otros. Los planetas y sus lunas son objetos enormes y empujan hacia sí todo lo que tienen alrededor. Su intensidad depende de la distancia entre los objetos y de la masa de ambos.

La masa de la Luna es mucho más pequeña que la de la Tierra y, por tanto, ejerce una fuerza inferior. Si un ser humano puede saltar aproximadamente 50 centímetros sobre la superficie terrestre, con el mismo esfuerzo se levantaría casi 3 metros en la Luna. Si pudiéramos soportar sus infernales condiciones, haríamos un salto de unos 1,2 metros en Mercurio o Marte y apenas 20 centímetros en Júpiter, el planeta más pesado y grande de todo el sistema solar.